Hubo una vez un joven soldado checo, llamémoslo Jiri, que llevaba un año en Congo, cuando se desató una epidemia del virus del Ébola en la región en la que estaba destinado. Las probabilidades de que acabase infectado por esa enfermedad, mortal en casi el 100% de los casos y que se caracteriza por graves hemorragias internas, eran muy altas.
Nada más regresar a República Checa, el jefe médico del Ejército lo envió directamente a la unidad de cuarentena del Centro de Defensa Biológica de Techonin, un hospital militar perdido entre los montes Orlicke hory. No existe otro enclave equiparable en toda Europa.

Camas vacías

En caso de que se produzca un ataque terrorista con armas biológicas, como el SARS o el ántrax, puede ser de utilidad. También tiene otra peculiaridad singular: apenas tiene a ningún enfermo. Jiri era su único paciente, a excepción de los soldados que regresan de destinos en el extranjero, que pasan allí 24 horas en cuarentena.
Jiri tuvo suerte. A pesar de que existían fundadas sospechas de que estaba infectado por el virus Ébola, el diagnóstico no pudo ser confirmado tras dos semanas de cuarentena y pudo regresar a su casa. Jiri es uno de los pocos hombres que sabe cómo es el interior de ese complejo ultramoderno.
Casi todo está hecho de acero inoxidable y los médicos examinan a los pacientes ataviados con escafandras con un sistema autónomo de suministro de oxígeno. Al abrirse las puertas hacen un ruido seco generado por la despresurización.

Barreras de seguridad

Los médicos necesitan un cierto tiempo antes de poder llegar junto a su paciente, que puede encontrarse casi al alcance de la mano, pero detrás de un muro de triple cristal. E incluso si se estuviese ahogando, los médicos deberían en primer lugar volver a colocarse la escafandra y atravesar los perímetros de seguridad. Pasarían alrededor de tres minutos hasta que pudiesen estar junto al enfermo. Las consultas médicas se realizan a través de micrófonos colocados en la escafandra. Las observaciones del médico las transcribe en un ordenador otro colega situado en el exterior, tras el muro de triple cristal. Casi todos los aparatos se utilizan sólo una única vez, incluidos los detectores más caros, porque si no es casi imposible desinfectarlos totalmente tras haber estado en contacto con un enfermo que haya estado realmente infectado.
A cada paciente se le aísla en una especie de acuario que se alimenta con una fuente de oxígeno y de agua propia y que también dispone de un circuito cerrado para la gestión de desechos. Al contrario que en otros hospitales, y a pesar de la existencia de una sala de operaciones, realmente no se plantea la posibilidad de intervenir a los ingresados. Por el contrario, su autopsia sí está perfectamente prevista. De hecho, la sala de autopsias y el laboratorio de análisis se encuentran justo al lado de las habitaciones de los pacientes.
La evolución de las enfermedades infecciosas mortales es a menudo rápida. Y es indispensable determinar lo antes posible la fuente de contagio para poder proteger al entorno del enfermo.

Entrenamiento para emergencias

Hasta 1992, Techonin constituía un banco de virus único en su ámbito. Un decreto del ministro de Defensa ordenó después su destrucción. Hoy en día, los microbiólogos compran a un alto precio en el extranjero los microorganismos que necesitan, como la bacteria E.coli.
Las actividades del Centro de Defensa Biológico comparten una triple misión: el aislamiento y la cuarentena, como es el caso de Jiri, la investigación y la formación.
El hospital funciona con un centro de formación, en el que los médicos y los especialistas de laboratorio realizan pruebas en condiciones de riesgo biológico a gran escala.
“Trabajamos con el sector civil: con facultativos de clínicas especializadas en enfermedades infecciosas o expertos en emergencias, pero también hay estudiantes de medicina que acuden con asiduidad a este centro”, afirma Petr Navrátil, el higienista en jefe del Ejército. Y, por supuesto, también acuden a entrenarse soldados para hacer frente a posibles amenazas biológicas contra la población. Es lo que se denomina medicina de catástrofes.

Problemas de financiación

El riesgo del bioterrorismo sigue ahí. Fabricar armas biológicas es relativamente barato. Aunque todo apunta a que se cerrará el centro. “Todavía no se ha tomado la decisión, pero teniendo en cuenta los recortes previstos en el presupuesto de Defensa, continuar explotándolo se augura complicado”, reconoce Jan Pejsek, el portavoz del ministro de Defensa.
¿Venderlo? No interesa a nadie. También se han buscado compradores en el extranjero. “Se han abierto negociaciones con la OMS y la UE, así como encuentros bilaterales con numerosos países en el marco de la OTAN (por ejemplo, con Gran Bretaña) y fuera de ella (con Serbia). Aunque por el momento no se ha cerrado ningún acuerdo”, añade Pejsek.
Pero Techonin también podría autofinanciarse. Bastaría con que los responsables del Ejército fuesen un poco más emprendedores. También sería posible, por ejemplo, hacer que pagasen y ampliar a escala internacional los cursos que imparte el hospital, tanto para soldados de la OTAN como para profesionales sanitarios extranjeros del ámbito civil. Los laboratorios podrían utilizarse con un fin comercial o podrían además volcarse en la investigación, que gracias a las subvenciones y a las patentes también puede autofinanciarse. En definitiva, en los periodos en los que la actividad baja, el centro de Techonin podría incluso servir hasta como un lugar de rodaje para películas.

El Ejército no decidirá la suerte que correrá ese complejo, será el Consejo Nacional de Seguridad. 

Y probablemente lo haga en febrero.